martes, 9 de febrero de 2010

Árboles en el camino

Testigos obligados de la modernidad, del "desarrollo" y de las aventuras y desventuras viales, estos compañeros maderados y vestidos con pequeñas hojas clorofiladas, aparecen hoy en la selección que Curiojo reflejó en su caja negra, durante sus paseos micro-vacacionales hacia el naciente venezolano.


Sin pudor ni pena, tenemos este semidesnudo natural.



Aquí vemos dos morochos que al ritmo del viento ondeaban sus afloradas ramas saludando a los viajeros.



Trastocados en su apariencia natural por la mano humana, éstos siguen mostrando igual su bella composición pluricolor, denotando sus fases de constante renovación.



Vástago que desde temprano sigue el ejemplo y destino de su progenitor, descansados sobre alfombra de gamelote amarillo.



Ahora sí, un desnudo. Eso sí, artísticamente bien situado para mostrarse orgulloso ante los circulantes que en contraste con el azul del cielo, observan su definida silueta.



Un tenaz siempre verde, que a pesar de El Niño, el hollín y el CO2, se da a la tarea de acobijar bajo sus ramas el lugar más fresco de esa sabana por la que se pierde la carretera.



Catire que asoma su cresta en la llanura llamando a la lluvia, para ofrendarle en agradecimiento las semillas de sus flores.



Otros catiritos que prometen en su florecer. La lluvia que los tienta, los alienta. El gamelote que les cuida la base y que juntos reclaman el espacio ancestral que les es propio.



Más color en la sequía, porque su fuerza vital es el todo y saber llegar tan lejos, tan viejos y tan fuertes, no radica en lo llamativo de sus hojas sino en lo sublime de su interrelación plena con el entorno.



No en vano son la realización cuasi perfecta de la existencia misma de la vida. Dar y recibir. A veces dan más de lo que reciben. Pero, es tan infalible, eterno e infinito, que aún con ligeras variaciones el esquema es prácticamente igual, pero difiere lo suficiente como para maximizar la diversidad y la abundancia.


eLeGé-Pé