lunes, 15 de marzo de 2010

Calima

Dícese de la bruma que empaña el azul de la cúpula desde el alba y que colorea de naranja al astro rey en su crepúsculo.


En efecto, la sequía aguda que le trajo a los caraqueños un niño jesús de esos apodado "El Niño", ha brindado un espectáculo visual poco llamativo y tal vez hasta más depresivo que un mes lluvioso en plenas vacaciones escolares.
Curiojo trajo esta gráfica desde el pulmón vegetal capitalino (que ahora arde y se maquilla ante nosotros con una polvareda que colorea de grises sus hojas amarillas, tostadas al sol).
En ella ¿vemos? al valle, ardiendo entre sus fuentes constantes de CO2 que matizan y perfuman el entorno con el tono gris carbónico igual al del cemento que acompaña nuestros pasos cuando nos adentramos en ella.
Allá en las alturas Curiojo me comenta que la bruma es lo que ves, mientras que acá, al nivel más social, la calina se percibe como el aroma que impregna esa brisa que irrita y enfatiza la sensación de sed.
Pero sed de seguir bebiendo gasolina; de levantar montañas de metal y piedras; de acumular guarismos en papeles y más papeles y; en general, de parasitar la Pachamama hasta donde la "sustentabilidad" lo permita.

Pero le digo al pana:
- Bro, es ingenuo pensar como los verdes y creer que la Pachamama (hoy que por fin la asumimos como ser viviente que es) está sufriendo y sintiéndose amenazada por el avasallante consumismo postmodernista y depredador; cuando la Pachamama es nosotros y más.
Conclusión de Curiojo:
- Entonces, ¡hay que abrir los ojos papá!, porque la verdadera amenaza es a nuestra propia existencia.

Por eso debemos asumir una conducta responsable y dejar de creer que los daños recaen en ella sólo para aparecer políticamente correctos ante el establishment neoliberal capitalistoide, ya que si al final la Pachamama puede trascender más allá de las personas, ella sólo se ríe de nosotros en el circo que nos ha dispuesto y en el cual nos observa con plena conciencia del final del acto.


eLe-Gé Pé